Desde los años 80, con el cierre de los Centros de Recursos rurales de la provincia de Huesca y la creación de los Colegios Rurales Agrupados (CRAs) se ha producido la doble invisibilización de las escuelas rurales en las Comunidades autónomas que han extendido ese modelo [[En Illes Balears, País Vasco, Ceuta y Melilla no existen centros rurales agrupados.
En Canarias los centros rurales agrupados de cada localidad se consideran independientes, aunque existen centros que comparten recursos.
En Cataluña los centros rurales agrupados se mantienen como escuelas independientes, pero se agrupan en zonas rurales para coordinarse y compartir recursos. Cada zona rural tiene un centro cabecera.]].
Así nos encontramos con que en el Informe 2020 sobre el estado del sistema educativo (curso 2018-19), elaborado por el Consejo Escolar del Estado, se asume e identifica a los CRAs como la única escuela rural posible: “La atención del alumnado de Educación Infantil y Educación Primaria de los municipios de población escolar muy reducida se realiza mediante la fórmula organizativa ya consolidada de los Centros Rurales Agrupados (CRA)” (p. 127).
Esto provoca una doble invisibilización y olvido de las escuelas rurales, las escuelas de pueblo, tan necesarias para combatir no sólo la despoblación, sino la repoblación de nuestra España vaciada.
Por una parte ya no aparece en nuestras estadísticas, datos e informes oficiales la existencia de escuelas rurales incompletas, o que se hallan en un territorio rural, si no pertenecen a un CRA, y hay muchas niñas y niños escolarizados en ellas, dándose el absurdo de que son las únicas que realmente existen legalmente como escuelas: con su Consejo escolar, su claustro, sus presupuestos… y, sobre todo, con un Proyecto educativo propio adaptado a la realidad de “su” pueblo y abierto a su territorio rural. Pero ya no existen en los informes oficiales.
Por otra, si están en un CRA, sólo existen como unidades dispersas y desenraizadas, no como escuelas de pueblo, sólo son unidades de un colegio artificial que imita a los grandes centros urbanos en su organización y funcionamiento, pero que no tienen sentido en esa realidad, y con los hándicaps de que los “pasillos” son carreteras, en muchos casos largas y complicadas, lo que obliga a un sobreesfuerzo de energías y tiempos a su profesorado; de que las familias y el profesorado no forman parte de la misma comunidad educativa local [[Matías Solanilla, Emilio (Educación, Gobierno de Aragón) y Vigo Arrazola, Begoña (Universidad de Zaragoza): “El valor del lugar en las relaciones de inclusión y exclusión en un colegio rural agrupado. Un estudio etnográfico“. Márgenes, Revista de Educación de la Universidad de Málaga págs. 91-106]]; de que los Ayuntamientos y las familias pierden su representatividad directa al no existir un Consejo escolar por localidad… Y eso que físicamente siguen ahí: sus niños y niñas, su edificio, sus materiales, sus profes… pero legalmente ya no son escuelas.
Por ello sería necesario y urgente recuperar la existencia y visibilizar las pequeñas escuelas de pueblo que son las que pueden implicarse en su territorio ofreciendo y permitiendo modelos de coordinación por zonas rurales, pero manteniendo la autonomía de esas escuelas y la continuidad del profesorado en la zona para favorecer sus proyectos educativos tanto locales como territoriales.
De hecho, no sería ninguna novedad organizativa, ni un gran esfuerzo de imaginación, porque como ya he escrito al principio, sólo habría que revisar los antecedentes que aportaron los Centros de Recursos de Huesca y sus zonas de apoyo rural actualizando su organización y funcionamiento a los tiempos actuales; propuestas como la de Manuel Marco Ibáñez: “De los CRAS a las Zonas Educativas Rurales, una propuesta de organización y trabajo” desde la Comunidad valenciana; o las Zonas Educativas Rurales de Cataluña que mantienen vivas sus escuelas de pueblo y, a la vez, facilitan su coordinación sin limitar su autonomía y sin cerrarlas como escuelas.
Y es que, aunque intenten invisibilizarlas desde la administración, las escuelas rurales existen y son un servicio esencial en sus comunidades rurales y un modelo pedagógico, metodológico y sociocultural a tener en cuenta en los demás centros educativos.
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