Sahún, 26 de enero de 2013
Ayer, además de pintar nuestro cartel sobre la paz, estuvimos contando el cuento de “Los dos lobos”, un viejo cuento de los indios ‘cherokee’ que dice así:
En una noche estrellada, un abuelo cherokee estaba enseñando a sus nietos sobre cómo debían orientar su vida, sobre cómo cada uno de nosotros construye, poco a poco, qué tipo de persona es. Les decía:
“Toda persona tiene siempre una dura pelea en su interior. Una lucha que hay también dentro de mí. Un combate terrible entre dos lobos.
Uno es malvado, iracundo, gritón, arrogante, falso, vanidoso, resentido, ladrón, con ese victimismo que nos hace sentir lástima de nosotros mismos y nos hace dejar de luchar. Ese lobo tiene miedo porque es inseguro, y encubre ese miedo con agresividad, mintiendo y atacando a traición.
El otro es bueno, pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, honesto, y tiene que luchar constantemente para sobrevivir y esforzarse en cada momento para crear espacios de paz, de libertad, de afecto, de comprensión.
Y esos dos lobos también están peleando dentro de vosotros ¿no los notáis?”, concluyó el abuelo, mirándoles con atención. Los nietos se quedaron pensativos. Empezaron luego a hacer preguntas. Eran pequeñas cuestiones que confirmaban esa lucha interior que se produce ya desde la más tierna infancia en cualquier persona, y que conviene ayudar a reconocer y valorar cuanto antes. Al final, surgió la pregunta clave, la que, lógicamente, más inquietaba a los pequeños:
“Abuelo, es verdad que están los dos dentro de nosotros, pero, al final… ¿qué lobo ganará?”.
El anciano Cherokee simplemente les respondió: “El que yo alimente”.
Al principio hubo caras de extrañeza porque se esperaban otro tipo de cuento, pero a medida que lo hablábamos fueron dándose cuenta de que dentro de nosotras están todas esas emociones y sentimientos y que depende de nosotras, de nuestros pensamientos, de nuestras actitudes, de nuestras acciones, que crezcan unas u otras y que en el futuro sean unas u otras las que dirijan nuestras vidas. Incluso Nadir, con sus cuatro años y su dulce voz, comentó:
– Eso es que cuando grito a mi mamá alimento el lobo malo y no lo voy a hacer porque no quiero que gane el lobo malo y quiero a mi mamá y no le voy a gritar …