Sahún, 20 de abril de 2013
El martes, por fin, pudimos comenzar a visitar nuestros pueblos y estuvimos toda la mañana en Anciles muy bien acogidos por la familia de Aleth y Martí. Otro rato con más tiempo contaré más ampliamente la visita a Anciles, ahora sólo quería comentar que en su casa, en Casa Mingot, tienen una “cardincha” sobre la puerta y recordé que ese cardo solar (normalmente es la “Carlina acualis” y otras la “Carlina acanthifolia“), también conocido en Aragón como “carlincha“, “cardizaga“, “cardo de puerto“, “cardo machico” o “cardo de broxas“, se ponía sobre las puertas y ventanas de las casas y bordas para protegerlas de malos espíritus y de brujas pues, como me contaba un abuelo en un pueblo de la montaña ya hace unos cuantos años:
– “las brujas son muy curiosas y se entretienen toda la noche contando los pelos que este cardo tiene en el centro y cuando se hace de día todavía no han acabado y ya no pueden entrar en la casa.”
También recordé que en el País Vasco, a la “cardincha” se le llama “eguzkilore” y que, en su mitología, hay una hermosa leyenda de como “Amalur”, la Madre Tierra, la creó para proteger a los humanos igual que me decía aquel abuelo… pero mejor os la escribo como la cuentan en la página web de Amalur Zen que es una de las versiones más completas y bonitas que conozco:
“En el inicio de los tiempos, cuando los hombres comenzaron a poblar la Tierra, no existían ni el Sol ni la Luna y se encontraban inmersos en una gran oscuridad, asustados por las numerosas criaturas que salían de las entrañas de la Tierra: toros de fuego, caballos voladores, enormes dragones, genios y brujas… Los hombres vivían en cavernas, temerosos y expectantes, hasta que finalmente, en su desesperación, decidieron pedir ayuda a Amalur, la Madre Tierra. Ante la insistencia de sus plegarias, Amalur les dijo:
– “Hijos míos, me pedís que os ayude y eso voy a hacer. Crearé un ser luminoso al que llamaréis Ilargi”.
Y así Amalur creó la Luna, que con su brillo pálido iluminó la noche y espantó a las criaturas. Al comienzo, los hombres se asustaron de la luz y permanecieron en sus cuevas sin atreverse a salir. Pero vieron que las criaturas de la oscuridad huían del resplandor de Ilargi, y salieron a celebrarlo, regocijados. Pero el susto de los genios no duró para siempre, y poco a poco, las criaturas de la oscuridad se acostumbraron a la luz de Ilargi, y no tardaron en salir de sus simas y acosar de nuevo a los humanos. Así que los hombres acudieron otra vez a Amalur, pidiéndole esta vez algo más poderoso.
– “Amalur,” -le dijeron- “te estamos muy agradecidos porque nos has regalado a la madre Luna, pero aún necesitamos algo más poderoso puesto que los genios no dejan de perseguirnos.”
– “De acuerdo,” – respondió Amalur- “crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Eguzki.”
Y Amalur creó el Sol. De esta forma, el Sol sería el día y la Luna la noche. Era tan grande, luminoso y caliente que incluso los hombres tuvieron que acostumbrarse poco a poco. Gracias a su calor y luz, crecieron las plantas y aún más importante, los genios y las brujas no pudieron acostumbrarse a la gran claridad del día y desde entonces sólo pudieron salir de noche.
Pero los hombres, acudieron una vez más a Amalur para pedirle protección durante la noche, ya que los genios seguían saliendo de sus simas en la oscuridad de la noche para acosarlos. Y fue entonces cuando Amalur creó una flor tan hermosa que, al verla, los seres de la noche creerían que era el propio Eguzki y huirían aterrados. Esta es “Eguzkilore” (flor del Sol). Y hasta hoy, este es el símbolo de protección que defiende los hogares de los malos espíritus, los brujos, los genios de la enfermedad, las tempestades, rayos y demás enemigos del hombre.
Desde aquel tiempo, hasta hoy, se sigue buscando en los montes la flor del sol para secarla y dejarla colgando en la puerta de la casa para protegerla de los malos espíritus. La creencia popular decía que las sorginak (brujas) y las lamias no podían entrar en las casas hasta haber contado todas las hojas de la planta, pero no eran capaces de hacerlo antes de que amaneciera, teniendo que volver a sus refugios subterráneos. En otras versiones, la mera visión del eguzkilore en la puerta, les hacía creer que era el mismo sol y que ya despuntaba el alba por lo cual debían retirarse a sus cuevas.”