Sahún, 18-09-2012
– ¿Qué es la Luna?
– ¿Una estrella?
– ¿Un planeta?
– ¿Una bola de queso…?
– …llena de ratones
– ja, ja, ja,…
– No, una nube…
– …de queso…
¿Y cómo se llama el baile de la luz de las estrellas?
– ¿Jugamos al ahorcado para descubrirlo?
– Vale
– Que se nos acaban las partes del cuerpo y no nos sale…
– ¿Ponemos pelo?
– ¿Y tetas?
– ¿Y ombligo?
– ja, ja, ja…
– Ahora si: TILILAR
– Uf! menos mal.
¿Y sabemos por qué tililan?
– Porque se mueve el fuego de la estrella…
– Porque se mueven mucho…
– ¿Lo investigamos para mañana?
– Vale
Y podríamos haber seguido y seguido jugando a descubrir qué es una estrella, un planeta o un satélite, cuáles hay, cómo se mueven,… porque tienen unas ganas increíbles de aprender, pero teníamos que ilustrar nuestros acrósticos, y estábamos tan a gsuto que ni siquiera nos hemos acordado de la hora del recreo. Además, hoy ya estaba Edurne, qué bien, y luego había que escanear los dibujos para subirlos a nuestro blog, “La hoja de Sahún“, en la página web del CRA Alta Ribagorza y apropiarnos del ordenador un poco más. La primera que ha terminado, Aleth, los ha escaneado y el resultado final podéis encontrarlo en este enlace
Antes, cuando hemos terminado la hoja del tiempo, habíamos leído el cuento de “Este monstruo me suena“.
¿Quién será ese monstruo?
– La sombra del gato
– Una sombra del pasillo
– Se lo imagina
– Alguien que ha entrado
– Un juguete
– Anda, si era su… y la cazuela era… y la crema de mostaza era…
Qué cuento tan cariñoso de Gabriela Keselman y con unas ilustraciones hermosísimas de Emilio Urberuaga, y que dibujos tan chulís han hecho Aiçà y Martí sobre el cuento de Hipólito y Silvestre del otro día. Aiçà ha escrito sola el título y ya escribe frases casi completas y Martí, aunque hoy estaba un poco perezoso porque estaba pensando en ir al ordenador, al final él mismo ha visto que quedaría mucho mejor el trabajo bien acabado. Genial!
Y que fantástico presenciar en primera persona los procesos de construcción de conceptos, de pequeño y grande, cuando les he planteado a Dasha y Nadir que hiciéramos bolas de plastilina, una pequeña y una grande: interés, esfuerzo, atención, intentos,… pero todavía no acababan de comprender la diferencia entre las bolas que les mostraba y probaban una y otra vez. Ese desequilibrio nos servirá para ir avanzando y que esos conceptos abstractos de segundo nivel, de comparación, acaben formándose en su cerebro.
En fin, una mañana llena de estrellas y planetas, patines, construcciones, casetas, ladrillos grandes, plastilina, ordenadores, números y operaciones, libros, cuentos, dibujos, conflictos y abrazos, risas, llantos (Teo ha venido enfadado porque ha tenido que dejar de picar en su nuevo jardín para venir al cole, ha habido alguna caída con los patines,…),… y siempre intentando disfrutar en el aula.
Pero, a pesar de constatar esos procesos curso tras curso, siempre me queda la duda de por qué, aunque nos desprendemos en las escuelas unitarias de la mayor parte de las referencias habituales de la escuela “estandarizada” (heterogeneidad de cursos e internivelaridad en lugar de homogeneidad y todas de la misma edad en un aula; programaciones adaptadas a las circunstancias en cada momento en lugar de programaciones prescriptivas y cerradas; horarios flexibles y no por asignaturas en lugar de horarios rígidos y por asignaturas; evaluaciones cualitativas, continuas y formativas en lugar de por exámenes y trabajos puntuales y notas numéricas; trabajo personalizado en lugar del mismo trabajo para toda la clase; adaptación de la escuela a cada niña y niño y no a la inversa;…) se producen esos aprendizajes y la escuela rural internivelar es “eficaz” y funciona. Menos mal que Bernard Collot en su “L’école de la simplixité” nos da algunas pistas 😉