Reflexiones después de una visita al pueblo deshabitado de Jánovas.
Emoción. Que aún dura a casi dos semanas desde que visité Jánovas, allá en el Pirineo. Podría decir que por ser maestro me tocó más de cerca que al resto de la veintena de personas que nos juntamos ese domingo pero sinceramente, no creo que fuera así. Las caras de incredulidad de los padres, madres e incluso en los niños y niñas de las familias que me acompañaban se tornaban en gestos de desprecio al conocer de boca de nuestro guía los acontecimientos (impresionantes historias de incendios y sabotajes de infraestructuras provocados por aquellos a los que interesaba el desalojo las que nos iba contando) que han tenido lugar en este pueblo deshabitado de la ribera del Ara desde la década de los cincuenta cuando se determinó la construcción de un embalse que lo anegaría y que obligaba al abandono de hogares, campos y pequeños negocios de sus habitantes. A día de hoy, no hay embalse, no hay habitantes y casi no queda piedra sobre piedra del que fuera el más próspero de los pueblos del valle. Los detalles de esta nefasta cronología pueden conocerse a través de otros foros y publicaciones y no me detendré más que en uno: ¿qué pasó con la escuela?
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