En Cinctorres, en Rossell, en Les Useres, en Culla… el maestro conoce perfectamente a cada niño, pero también a sus padres y a sus abuelos. Sabe dónde vive, qué hace fuera del cole y, dentro del aula, solo con ver la cara que pone ya adivina si ha entendido bien cómo se pasa de metros a decámetros. Porque maestros, alumnos y padres forman una gran familia. La relación es cercana y eso es uno de los secretos de la escuela rural.
En muchos de los municipios del interior el colegio solo tiene dos clases. En otros, como en Cinctorrres, hay tres y a la más grande asisten diez niños de tercero, cuarto y sexto de primaria.
Hay pocos chavales en el pueblo y hay que mezclarlos.
La escuela de Cinctorres pertenece, junto a la de Castellfort y Portell de Morella, al Colegio Rural Agrupado (GRA) Celumbres.
Las tres comparten equipo directivo y varios profesores itinerantes.
Entre los tres suman 46 alumnos.
“Es un modelo de escuela diferente, pequeña, de pueblo y pública”, afirma la directora Montse Sorribes, que capitanea a un equipo de 12 maestros. Como ella, la mayoría son auténticos activistas de la escuela rural; maestros vocacionales en permanente formación y convencidos de que esta forma de enseñar ofrece muchas ventajas.
Para los maestros lo resume de la siguiente manera: “Aquí han llegado compañeros llorando porque no les gustaba el destino que les había tocado y, después, han llorado más porque no querían irse”
Si te interesa descarga el archivo adjunto que se publicó en papel, pero no aparece en la versión digital y que gentilmente han cedido:
Aguilar, E. y Ortí, J. (2018): Cuando el cole es mi familia. El Periódico Mediterráneo. 13/05/2018. Reportaje. p. 3.
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